¿Qué pasa cuando no tenemos toda la información?

En determinados juicios, ante situaciones muy traumáticas, los psicólogos deben ayudar a los testigos a diferenciar aquello que realmente vieron de lo que su mente ha ido añadiendo para completar la información que les faltaba. Esto, evidentemente, sucede de forma totalmente inconsciente y el cerebro asume esa información como cierta. Cuanto más tiempo pase entre los hechos y la declaración, mayor será el porcentaje de información inventada y menor el de información real.

El ser humano necesita obtener respuestas a determinadas preguntas que considera importantes. Nadie sabe con certeza que sucede después de la muerte, pero muchos creen que sucederán ciertas cosas sin tener la más mínima prueba de ello. La religión, por ejemplo, es una respuesta a esa necesidad de saber, aunque no se funde en nada comprobable.

En el entorno laboral sucede lo mismo: si veo cambios a mi alrededor que no puedo explicar y me preocupan,  buscaré respuestas donde haga falta, basándome en mi intuición, experiencias anteriores, etc. Lo peor es que no seré del todo consciente de que la respuesta encontrada no tiene ninguna lógica, sino que la daré por buena. Si la preocupación es de un grupo de personas, la solución encontrada será consensuada y admitida por todo el colectivo.



Frente a los cambios, la gente necesita respuestas y es importante que la empresa las facilite para que no se tengan que inventar. En ocasiones la información puede resultar impopular, pero en cualquier caso debe ser clara y en el momento apropiado para evitar ambientes enrarecidos. Por desagradable que sea una información, siempre será mejor para las partes que se facilite por parte de la empresa a que se de lugar a la rumorología.

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