Los costes de la flexibilidad

Toca sacrificio. Nos lo dicen por todos lados: en la tele, en la radio, en los periódicos, etc. Muchas son las empresas que están pidiendo ahora mayores esfuerzos a sus empleados. En muchos casos, el argumento es que es mejor renunciar a ciertos aspectos laborales que cerrar la empresa y acabar en el desempleo.

España es un país acostumbrado a los sacrificios. La memoria es débil y apenas lo recordamos, pero no hace tantos años, este país se enfrentó a una guerra civil, a una posguerra y al nacimiento de la democracia. Fueron años muy duros pero el pueblo los aceptó mucho mejor que ahora. ¿Por qué? Porque tenían una meta que les ilusionaba: vivir en libertad, en democracia y en Europa. En cambio, ¿por qué tenemos que luchar hoy? La sensación general es que hoy debemos esforzarnos para arreglar los errores de unos pocos que ya no necesitan esforzarse porque tienen los bolsillos llenos.

La empresa está integrada siempre dentro de una sociedad y se adapta junto a ella. Por lo tanto, también desde la empresa estamos viviendo un cambio social. Hemos pasado de una época de bonanza en la que nos preocupaba sobretodo la retención del talento a otra en la que nos preocupa la supervivencia de la organización y, a veces, a quien le damos la cuenta. Esto repercute sobre el empleado, que sufre en primera persona ese cambio acelerado. Del sacrificio de la empresa por mantener el talento, hemos pasado al sacrificio del empleado por mantenerse en la organización. Hoy, esa debe ser la mayor preocupación de RRHH.


La flexibilidad que estamos pidiendo a nuestras plantillas no es gratis. La Reforma Laboral nos ampara en las medidas legales, pero hay un coste que no tiene precio: el social. Como sucedió con aquellos españoles que luchaban por la democracia, nuestras plantillas necesitan motivos para luchar. Deben conocer cuales son los motivos reales para tomar ciertas medidas y, sobretodo deben saber que cuando les pedimos algo es porque no tenemos más remedio que hacerlo. Hasta la Reforma Laboral, en algunos casos, fue más fácil cerrar la empresa que negociar. Hoy tenemos la posibilidad de ser más flexibles gracias a un nuevo marco normativo, pero esa flexibilidad no es gratis. El trabajador debe saber que su esfuerzo no es gratuito y que, evidentemente, nos preocupa. Sólo de esta manera conseguiremos un compromiso real con nuestra gente.

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