La forma de ver el problema puede ser el problema

Los seres humanos funcionamos gracias a paradigmas o mapas mentales que forman nuestra realidad. Estos mapas son una serie de creencias o teorías que interiorizamos de tal manera que acabamos considerando verdades absolutas. En ocasiones, nuestro mapa no refleja la realidad, pero nosotros respondemos según nuestra percepción. Los paradigmas pueden ser útiles si hacemos un uso apropiado de ellos, pero también pueden ser peligrosos si los consideramos verdades absolutas que valen para todo. Ejemplos de paradigmas: las mujeres tienen menos fuerza física que los hombres, Volvo es la marca de coches más segura del mundo, la crisis económica es culpa de los bancos, etc.

Aferrarnos a un paradigma obsoleto o equivocado, puede paralizarnos mientras el mundo avanza. En la Alemania nazi, durante muchos años, una parte importante de la población consideraba que existía una raza superior. Si no modificasemos paradigmas, seguiríamos creyendo que la tierra es plana o que el sol gira alrededor de la tierra. Desde el punto de vista de la gestión de personas, el paradigma también ha evolucionado: hoy nadie (o casi nadie) explicaría que las plantillas son grupos de personas vagas por naturaleza, con un nulo nivel de compromiso y sin capacidad de pensar. Evidentemente, nuestros mapas mentales deben ser dinámicos y adaptarse a la realidad que nos envuelve, aunque esta adaptación suele ser difícil y requiere un alto nivel de madurez.


Normalmente tenemos dos tipos de mapas: como creemos que deben ser las cosas y como creemos que realmente son. Nuestras empresas deberían ser líderes en su mercado, pero no lo son por una mala gestión de una serie de personas entre las que yo, lógicamente, no me encuentro.

He conocido directivos con paradigmas muy marcados sobre la plantilla que gestionan: todos sus empleados son vagos, irresponsables y con un nivel de compromiso casi inexistente. Es decir, analizan un problema de gestión mirando sólo a través del enfoque de su paradigma. En ningún caso llegarán a plantearse que tal vez hay algo más: empleados que consideran que la empresa no les trata como debería, personas que se sienten como recursos mecánicos, direcciones que no actúan de forma consecuente con sus palabras, etc. 

En cierta manera, la forma en la que percibo a la gente que trabaja para mí, puede ser el problema real que tiene la organización. Cambiar la forma de analizar la situación, modificar el mapa, supone admitir que mi forma de ver las cosas no corresponde con la realidad y eso no es nada fácil. El esfuerzo de humildad y de madurez, puede darnos respuesta a problemas que no somos capaces de resolver hasta ese momento.

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