El mensaje para los que se quedan es muy importante

Cuando un/a trabajador/a se desvincula o está a punto de hacerlo, tendemos a ver de forma diferente el trato que debemos darle. Si la desvinculación viene por su parte, además, surgen los egos y orgullos si se entiende que hay infidelidad o traición. Ya vimos hace un tiempo que la relación laboral se basa en un contrato de trabajo, pero todavía son muchos los empresarios que reaccionan de forma vengativa ante estas situaciones, ya que se lleva al terreno personal. Al fin y al cabo, la imagen que el empleado tenga de la compañía pasa a ser poco importante, ya que finaliza su vinculación con la empresa y ya nos preocupan poco su compromiso y motivación.

Sin embargo, cada vez que decidimos tomar (o no tomar) una acción que afecta directamente a un empleado, todos los que están a su alrededor lo sabrán y entenderán que esa es la manera de actuar de su compañía y que, por lo tanto, en un futuro, podrían recibir un trato similar. Por ejemplo, si decidimos sancionar a un trabajador por llegar tarde de forma repetitiva, es muy probable que sus compañeros/as lo sepan e interpreten que la empresa no consiente bajo ningún concepto la falta de puntualidad. Si no lo hacemos y el empleado sigue llegando tarde sin que pase nada, daremos el mensaje contrario y es probable que en un tiempo sean más los empleados que no fichan en su horario.

Cada vez que tomamos una decisión con el individuo, ésta afecta de forma indirecta al grupo, tanto si es percibida como justa o no. Del mismo modo que sabemos que la reputación de una marca se transmite de boca a boca, un exempleado mal gestionado es un cliente interno enfadado y trasladará su malestar a sus compañeros.

No se trata de malcriar a nuestros equipos, pero sí de intentar ser justos y no dejarnos llevar por la impulsividad y castigar de forma caprichosa, ya que eso tiene un alto precio social.

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