El empleado imprescindible

A estas alturas de la película, doy fe de que todavía hay trabajadores que se consideran imprescindibles para la viabilidad de sus empresas. Decía Sam Walton, fundador de Walmart que hay un solo jefe: el cliente. Y él puede echar a todos, desde el presidente de la empresa para abajo, simplemente yendo a gastar su dinero a otro sitio. Evidentemente, no le falta razón. Así que si hay una persona imprescindible, es el cliente.

Pero ¿y dentro de las empresas? ¿Hay trabajadores imprescindibles? No conozco ningún caso de ninguna empresa que haya cerrado por perder a un empleado, por mucho talento que éste tuviera, independientemente de la responsabilidad que tuviera dentro de la organización. Es cierto que la marcha de algunas personas puede ocasionar muchos problemas a corto plazo, pero se acaban solucionando a medida que la empresa se adapta a la nueva situación.

Parece evidente que nadie es imprescindible, pero he comprobado como hay personas que no tienen esta idea realmente interiorizada. Lo peor es que la sensación de que la persona se siente imprescindible correlaciona directamente con la altura de su posición en el organigrama. Esto genera problemas de delegación, confianza y, como consecuencia, de falta de motivación e implicación en los equipos.

Antes hablábamos del fundador de Walmart. Imaginemos que durante un par de semanas, su fundador y altos directivos no se presentan a trabajar. ¿Que pasaría? ¿Y si no se presenta ningún cajero durante dos semanas? Está claro que el problema sería mucho más grave. Este caso se puede extrapolar a cualquier empresa. Los jefes de muchas pymes saben que cuando ellos no están presentes, sus empleados aplican un plus de responsabilidad y pocas veces hay una repercusión evidente en el servicio. Aquellas personas que trabajan más cerca del cliente son las más importantes, aunque no sean imprescindibles y los que están más alejados de la gestión directa con el cliente deben aportar valor real apoyando a los primeros.

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